Un homenaje a mi terapeuta: gracias a EMDR volví a vivir
Hace dos años pasé las vacaciones más productivas de mi vida. Fue duro y no fue fácil, pero yo estaba dispuesto a hacer grandes cambios en mí, cambios todos ellos para bien, para ir a más. Mi vida era una pena en aquel momento, mi situación insostenible, ya casi no me atrevía a salir de casa solo, tenia agorafobia, es decir fobia o miedo a los espacios abiertos y también fobia social, no quería encontrarme gente por la calle, ni conocidos, ni desconocidos, no soportaba las situaciones sociales, me ponía a sudar o a temblar y a veces se me aceleraba el corazón y me venían taquicardias. Lo mismo pasaba cuando
conducía mi propio coche o incluso cuando era otro quien conducía, tampoco estaba
bien en los transportes urbanos, ni metro, ni autobús, ni tren , ni nada. Ya no podía
viajar, la angustia se había asentado en todos los ámbitos de mi vida.
Había comenzado varias terapias pero no dieron el resultado que yo esperaba. A todo
esto, yo ya no podía cumplir con mi trabajo, mi fobia social se había extendido a mis
compañeros de trabajo y a mis clientes, cogía largas bajas por depresión y estaba
pensando en conseguir una pensión de invalidez. Pero algo dentro de mí no quería este tipo de vida o de no-vida. Quería una solución , quería vivir de verdad. Fue entonces
cuando mirando revistas a las que era muy aficionado, Cuerpo-Mente e Integral,
descubrí una terapia que nunca antes había visto u oído, se llamaba EMDR, unas siglas
de las cuales no entendía el significado, la psicóloga que trabajaba con este método
hablaba de estrés postraumático y de sus consecuencias y nombraba bastantes de los
síntomas que yo tenía. El corazón me dio un vuelco cuando leí la reseña, algo dentro de
mí me decía que esta vez si, que por fin había encontrado lo que me ayudaría. Contacté
con la psicóloga, vivía y atendía en Barcelona, muy lejos de mi casa y mi provincia,
hablamos durante mucho rato por teléfono, me atendió con mucha paciencia y calidez,
yo quería saberlo todo acerca de este enfoque psicoterapéutico, si realmente podría
ayudarme, si sería rápido y efectivo también en mi caso con tantos síntomas diferentes
como yo sufría y ella decía que sí, que cada caso era diferente pero que rápido y eficaz
siempre lo era. Acordamos vernos para las vacaciones de Semana Santa que estaban al
caer, la psicóloga me dijo que hacía intensivos de terapia para la gente que no podía
hacerlo durante la semana , que entonces los atendía los fines de semana o durante las
vacaciones con muy buenos resultados.
Esta profesional, que ahora tiene un lugar muy especial en mi vida por todo lo bueno
que trajo a ella, se llamaba y se llama María Dolores Carreíra. Por teléfono yo le conté
bastante de mi historia personal y de cómo mi padre nos había maltratado a mis
hermanos y a mí durante la infancia y ella en un momento dado de la conversación me
preguntó si recordaba haber sido víctima de abusos sexuales, ahí creí morir, no
recordaba nada de eso, pero empecé a ponerme enfermo y la mente se me nubló. María
Dolores me tranquilizó, me dijo que no era sustancialmente diferente haber recibido
maltrato o haber recibido abuso sexual y que si era necesario para la terapia, los
recuerdos irían saliendo fácilmente. En las vacaciones de Semana Santa viajé a
Barcelona, acompañado, para que todo fuera más fácil, allí comenzó el proceso de mi
curación.
Cuando ví a la que sería mi terapeuta, piel blanca y cabello negro largo, me sorprendí,
era como si ya la conociera desde siempre, como si fuésemos íntimos o de la misma
familia. La psicoterápia empezaba con buenos auspicios. No me costó nada abrirme y
contarle las atrocidades de mi infancia, cada vez iban surgiendo más cosas, más
recuerdos olvidados, ella me tranquilizaba y me daba ánimos para seguir. Sus dedos que
sujetaban un bolígrafo o un abrecartas iban dando pases largos por delante de mis ojos,
yo no debía mover la cabeza, sólo los ojos siguiendo el objeto, así se conseguía la
desensibilización del material traumático, escenas traumáticas se iban volviendo
neutrales o se alejaban, la terrible emoción ligada a ellas se disolvía, el cuerpo ya no me
dolía, mis ideas acerca de mi mismo cambiaban. María Dolores chasqueaba sus dedos
enérgicamente al lado de mis orejas, al tiempo que decía: “piensa en eso” o pedía
permiso para tocar mis rodillas con leves golpecitos alternos.
Nunca antes había conocido una terapia tan rara, con todos esos estímulos cambiantes
en mi cuerpo y al mismo tiempo tan mágica y maravillosa y tan rápida. En los pocos
días de Semana Santa hicimos 10 sesiones de una hora y media cada una . Ya no había
agorafobia, pude pasear tranquilamente por Barcelona y la gente no me daba miedo, me
subí al autobús y pude hacer cortos trayectos tranquilo. Supuse que lo mismo pasaría
cuando tuviera que volver a casa en tren y efectivamente así sucedió, nada de la
angustia de antes, había desaparecido. Quedamos para vernos otra vez en las vacaciones
de verano, yo ya tenía que volver a casa, no podía quedarme más tiempo en Barcelona,
pero en verano podría volver unos cuantos días más. En el mes de julio volví para
acabar algunos temas antiguos que no tuvimos tiempo de tratar entonces , ahora ya
podía conducir mi propio coche y de todos modos el transporte público había dejado de
aterrarme. Mientras tanto habíamos estado en contacto por teléfono y no me había
sentido solo.
No soy la persona apropiada para contar que es EMDR, hay libros que lo explican
mejor de lo que yo podría hacerlo, sólo puedo decir que en mi caso fue pura magia
curativa. María Dolores me decía que era mi propio cerebro el que realizaba la curación,
pero yo ya había intentado con otros enfoques terapéuticos y no había obtenido
resultados. Efectivamente, en la terapia descubrí que mi padre no sólo nos había
maltratado física y psíquicamente, sino que también había abusado de nosotros
sexualmente, él sigue siendo considerado un gran hombre en la pequeña ciudad donde
vive, una persona muy respetada, pero a mí eso ya no me importa. He decidido no
emprender ninguna acción legal contra él. Estoy bien así, me siento libre de emociones
negativas. Libre de resentimientos. Lo que pasó ya pasó y yo no fui responsable en
ninguna medida de haber pasado por ello.
Este pequeño escrito se lo debía a mi terapeuta , siempre le dije que hablaría a todo el
mundo de mi curación y de cómo ella y su buen hacer profesional, habían cambiado mi
vida y ahora que desde Uakix nos daís la oportunidad, he querido hacer este pequeño
homenaje a esta mujer entregada a los demás, llena de amor, a la que no le importa
dedicar su tiempo libre, vacaciones o fines de semana a la curación del otro. A todo el
que sufra, le recomiendo unas vacaciones curativas, unas vacaciones verdaderamente
productivas, un dinero y un tiempo invertidos de verdad en uno mismo, en lo esencial.
Os paso la forma de contacto con María Dolores Carreíra, en Barcelona.